Muy bien, niños. Siéntense todos, y pongan atención, pues es hora de que les cuente un cuento. Érase una vez...
Rapazuelo, si sigues tirando cosas a la chimenea yo te tiraré a tí.
Veamos, cof cof...
Veamos, cof cof...
Hrm hrm hrm. Érase una vez una barra de mantequilla. Vivía alegremente en el refri, hasta que un día se fue la luz. Meditando en la oscuridad, sonreía pensando en el lejano más allá.
Al verlo, los otros lácteos le advirtieron de los climas tropicales de afuera, pero a la mantequilla no le importó. Sí, era algo incómodo sentir que se derretía, pero había algo de emocionante en eso de vivir a temperatura ambiente.
-Esa barra no vivía en Mérida
-No interrumpas, o vivirás en el refrigerador.
Es más, la barra de mantequilla quiso expandir sus horizontes, por lo que se metió en una misión al espacio exterior, donde iba a incorporarse a un muffin de chocolate.
Después de incontables aventuras y la mejor batalla galáctica en tercera dimensión, la barra de mantequilla decidió regresar a sus orígenes, pero desgraciadamente por un error de paquetería fue enviada a Mérida, pero no se desanimen, porque el obsceno calor convirtio a nuestro héroe en el perfecto bronceador de un crucero por el caribe.
Después de incontables aventuras y la mejor batalla galáctica en tercera dimensión, la barra de mantequilla decidió regresar a sus orígenes, pero desgraciadamente por un error de paquetería fue enviada a Mérida, pero no se desanimen, porque el obsceno calor convirtio a nuestro héroe en el perfecto bronceador de un crucero por el caribe.
FIN
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