La aventura Tepoz

¿Qué fue a ser de la misión Tepoz el día de ayer?
Pues ahí va la historia.

Saliendo de la clase de Margareta comenzamos a movernos. Ilse, como toda madre previsora, llevaba una minúscula mochila donde guardamos lo básico (agua y cosas así), y tras dejar el triquerío en el siempre fiel camacharro, Beto, Huicho, Ilse y yo emprendimos el camino a la glorieta de la Paloma. Vale la pena decir que nadie sabíamos cual ruta nos llevaría a nuestro destino, ni como llegar al Tepozteco una vez en el pueblíllo, por lo que tuvimos que estar atentos a cuál podría ser nuestro camión. Beto vio uno que decía directo... pero el ente nos mandó a volar. Afortunadamente, un par de chicos amables nos indicaron que ellos iban hacia los mismos lares que nosotros, y que nos darían instrucciones de como ir a donde planeábamos.

Tras estudiar Jimmy en el viaje, y de paso charlar sobre temas relevantes como si los tiburones pescan, llegamos a un páramo "remoto", donde los dentistas y psicólogos conviven... y ante nosotros se presentó el camino a Mount Doom... ah no, perdón... el Tepozteco.

Caminamos, caminamos y camonamos. Vimos las Tepoznieves pasar ante nosotros, pero seguimos nuestro camino. Al menos comí unos esquites antes de emprender el difícil camino hacia la cima del cerro... como algunos sabrán, yo no estaba particularmente animada, pues tengo un historial de muerte en distintos sitios (Veracruz, Hidalgo, Puebla...), y no quería ser remolcada como bulto. Con todo y eso, hice de tripas corazón y empezamos a subir. Beto y Huicho no tardaron en llevar ventaja, y Laggign Bere habría quedado desamparada en medio del ambiente boscoso de no ser por Ilse, quien adorablemente se quedó conmigo, esperándome cuando necesitaba sentarme para no morir. En realidad pensaba que no llegaríamos a la cima (pensábamos que cerraban a las 5), pero al 10 para esa hora alcanzamos nuestro objetivo. Así, cantando Lemon tree y tarareando el tema de Rocky, subimos para encontrar a los chicos admirando el paisaje. Nos unimos a ellos y bromeamos mucho. Hicimos preguntas existenciales como si será cierto que los cuackeos no hacen eco.. y luego nos corrieron porque habían dado las 5:30, hora a la que cierran.

COn todo temor en mi corazón, comenzó el descenso. Así como tengo historial de muerte, tengo historial de caída: Jalcomulco y Amecameca son prueba de ello... pero no hubo porqué temer, pues los hombros del joven Huicho me salvaron. Caminamos entonces hacia la tierra feliz llamada Tepoznieves, y compartimos legremente mucho helado (piñón, coco con ginebra, dama de la noche, mamey, beso de tepozteco, jamaica y beso de ángel), y de ahí a buscar comida.

Desde que íbamos en el autobús yo vi un simpático café llamado café amor (tenía un corazón, aunque yo lo relaciono más con una cierta historia que involucra escarabajos). Tras buscar en varios sitios, decidimos comer-cenar ahí. Beto, contra toda probabilidad, pidió una cerveza, y onsumió entonces todo el alcohol que pudo en pequeñas cantidades (pues cuando el compró su helado pidió todas las opciones alcohólicas, también un café que quién sabe qué tenía y la Heineken). Estábamos rebozantes de felicidad , y hubo fotos para probarlo. Una misión más hahaha que algún día de estos será repetida. Todos sabíamos que el evento se iba a quedar en cuasiperfecto, pero no importó... eso se areglará otro día. Muy alegremente comimos y al poco tiempo caímos en cuenta de que eran más de las 8 de la noche... y pedimos instrucción para tomar alguna ruta que nos devolviera a Macondo.

Por un momento nos sentimos desolados ante la posibilidad de que ya no hubiera más rutas hacia Cuernalandia... pero eso no pasó. Volvimos exitosamente a nuestras casas a leer para la clase de Romero y morir [¡y jugar con Shiro!].

Y el día de hoy otra aventura aparecerá para los Supergeeks. La misión de hoy... ¡misión Python!